Supermodelo inglesa nacida el 16 de enero de 1974. Ha desfilado por las pasarelas más importantes del mundo. También ha trabajado para firmas como Calvin Klein, Gucci, Dolce & Gabanna y Dior. Y ostenta el récord de la maniquí con más portadas en su carrera. Es Kate Moss.
No es sólo una modelo, sino un ícono que representa el signo de belleza de un tiempo. De un tiempo largo, de un tiempo que no pasa de moda, y que no tiene intenciones de irse. No en vano, desde hace dos décadas que es adorada por el mundo fashion, requerida por la prensa y admirada por el público.
Desde adolescente llamó la atención por su hermosura. Su rostro aniñado, con pecas y con aire a Brigitte Bardot, hicieron que una agente de moda la descubriera en el aeropuerto JFK de New York. Tenía sólo 14 años, pero una frescura impresionante. Así que la manager no dudó en apostar por ella como nueva reina de las pasarelas.
Eso sí, los
comienzos de Kate no estuvieron exentos de cuestionamientos. Y es que su baja
estatura (1,64 según D Moda; 1,68 según Vogue) y su cuerpo sin curvas,
provocaron que sus detractores la encontraran demasiado pequeña y desabrida
para el modelaje de alta costura.
Es que el cuerpo de la inglesa era totalmente opuesto al estándar de belleza voluptuoso de principios de los 90. En efecto, ella no tenía nada que ver con supermodelos como Cindy Crawford o Naomi Campbell. Ella era más bien una anti-modelo.
Pero la rubia lo supo sopesar, pues contaba con algo que pocas tenían, y que se transformó en su marca registrada: su actitud. Una forma de posar y desfilar tan versátil como especial. Según muchos, una perfecta tela en blanco que cualquiera podía pintar a su antojo. Así que no es de extrañar que fuese elegida tanto para representar la estética desaliñada de los 90, como para ser portada de Playboy.
En efecto, ella creó una tendencia en la moda, la de la modelo andrógina con rasgos aniñados. Y por eso se volvió un hit indiscutido de las firmas de lujo: fue musa de Gucci, Dolce & Gabbana, Versace, Chanel, Missoni y David Yurman. Todos querían tenerla en su pasarela.
Era una mujer muy
admirada por los hombres también. Mediáticos fueron sus romances con diferentes
figuras del espectáculo, como Daniel Craig y Leonardo Di Caprio; pero sin duda
que que el más importante fue el que mantuvo por años con Johnny Depp.
Fueron los años en que optó por osar con su cabello, porque era la número 1. Del castaño, pasó al rojizo, y de ahí al rubio. En cuanto su corte, casi siempre llevó una melena normal, que sólo a veces innovó con una chasquilla. Pero en 2001, se decidió a apostar por un cambio radical: cortarla. Instantáneamente fue uno de los looks más copiados en las peluquerías. Es que era el de Kate Moss.
Sin embargo, su reinado se vio interrumpido en 2005, cuando la prensa británica publicó una foto de ella consumiendo cocaína en el ensayo de la banda de su novio, Pete Doherty. Por ese entonces, su relación con el rockero ya era un imán para los tabloides, así que esta situación sólo sirvió para que estuviera en primera plana de la polémica. Como consecuencia de ello, perdió contratos, contactos, y parecía que todo iba en declive. Parecía.
Sí, pues Kate supo
sobreponerse rápidamente. Bastó que decidiera ingresar a rehabilitación para
que volviese a ostentar jugosos contratos con firmas importantes y prestigiosas
instituciones comerciales.
Es que la inglesa es un ícono. Hoy tiene 42 años y sigue siendo una de las maniquís más requeridas e influyentes de la industria. No por nada, Forbes 2012 la posicionó como la segunda supermodelo más cotizada de la industria, al facturar 9.2 millones de dólares anuales.