Marilyn Monroe es uno de los íconos de belleza más grandes de todos los tiempos. Han pasado más de 50 años de su muerte y aún, cuando se habla de belleza, es imposible no pensar en ella. Tenía un cuerpo curvilíneo que está muy lejos de los cánones actuales, muslos gruesos y unas caderas anchas. Su cuerpo era de una talla lamentablemente impensada para las modelos e incluso actrices actuales, y sin embargo, al ver las imágenes de ella en traje de baño, es imposible no encontrarla estupenda. Era tal su sensualidad y seguridad, que se veía bien con lo que se pusiera, pasando a ser el objeto de deseo de muchos hombres y motivo de admiración (o envidia) de miles de mujeres.
Independiente de su carrera como actriz, nadie puede negar su gran influencia como ícono de belleza en la cultura popular. Andy Warhol hizo un cuadro muy famoso con su cara, y su versión de la canción "Happy Bithday" para el entonces presidente de Estados Unidos John F. Kennedy, es recordada e imitada hasta hoy.
Norma Jean Baker, su nombre original, se atrevió a platinarse el cabello y fotografiarse desnuda para el número inaugural de la revista Playboy, convirtiéndose en la primera chica del mes de la famosa revista. Fue una rupturista sin duda. Y su historia está marcada por la tragedia en el amor, no logrando nunca tener una relación estable, aunque su ex marido, Joe DiMaggio, fue quien se preocupó de los arreglos funerarios cuando ella falleció misteriosamente a la corta edad de 36 años.
Marilyn se permitió ser sensual cuando era mal visto y castigado por muchos, inolvidable es su escena del vestido blanco en la película La comezón del séptimo año, una escena que ha sido imitada innumerables veces. A pesar de que los cánones de belleza han cambiado, la vemos y no podemos dejar de admirar esa belleza de las imágenes sin fotoshop, donde incluso con un poco de guatita o piernas algo gruesas, sigue siendo, (y esto no lo digo yo solamente, una mujer increíblemente atractiva, fotogénica, con una mirada de desamparo que seguramente le daba el toque final, "la guinda de la torta" a su atractivo indiscutible. Ahora, gracias a ella y a muchas mujeres más, podemos comprobar que el verdadero atractivo de una persona no radica ni por si acaso en la delgadez que uno pueda llegar a lograr, ni tampoco en las curvas, va en la seguridad y el carisma y ese "no se qué" que pocos poseen. Marilyn era sin duda una de esas personas: fue, es y será por siempre uno de los más grandes íconos femeninos, tanto por su belleza, influencia, carrera, escándalos y su misteriosa muerte.