Una de las mujeres más espectaculares del cine italiano (y mundial) ha sido la bella Claudia Cardinale. Nacida en Túnez en 1938, esta hija de padres sicilianos participó en su juventud en un concurso de belleza que le abrió las puertas en el mundo del séptimo arte. Debutó junto a Omar Sharif en la película Goha, de 1958, luego vino la exitosa Rufufú. En 1966 se casa con el productor Franco Cristaldi, quien impulsó su carrera y la ayudó a explotar su lado de sex symbol. A pesar de su evidente belleza, Cardinale tenía una voz ronca que no parecía encajar con su imagen, por lo que muchas de sus películas eran dobladas, hasta que el famoso director Federico Fellini (de quien Claudia era musa) tomó la determinación de aceptar su voz tal cual era.
La década de los 60 fue especialmente exitosa para Cardinale. Participó en películas como El gatopardo o Hasta que llegó su hora, y también en algunas películas de Hollywood como La pantera rosa, aunque ella nunca se mostró demasiado interesada en hacer cine estadounidense, porque no dominaba mucho el idioma y porque no quería alejarse por mucho tiempo de Europa. El éxito de la carrera de esta actriz se caracterizó por escoger guiones con más contenido y preocuparse menos por el éxito comercial que pudiesen tener los filmes. Tuvo como compañeros de reparto a los más famosos actores de la época, como Marcello Mastroianni, Burt Lancaster, Rock Hudson o Charles Bronson, y participó en la famosa Jesús de Nazaret en 1977, un imperdible de Semana Santa.
Además de sus hermosos rasgos y su bella sonrisa, Cardinale destacaba por sus curvas de infarto, que volvieron loco hasta a Marlon Brando. En una de sus autobiografías Claudia cuenta que Brando la invitó a salir y ella se negó, cosa de la que se arrepiente hasta el día de hoy.
Pero pese a su éxito, Claudia Cardinale también tiene una historia trágica. Fue violada a los 17 años y producto de aquello tuvo un hijo llamado Patrizio, que fue adoptado después por su primer marido Franco. Durante mucho tiempo lo presentó como su hermano menor por temor al rechazo a una madre soltera. Con su segunda pareja, Pasquale Squitieri, tuvo una segunda hija a la que llamó Claudia, como ella.
Hoy Claudia sigue vigente, con más de 140 películas a cuestas, es una férrea defensora de los derechos homosexuales y es considerada uno de los últimos "mitos" del cine clásico.