El nombre para este vicio horrible se llama Onicofagia. Me como las uñas todo el rato. Es una costumbre muy fea, lo sé, pero lo he hecho toda la vida, y muchas veces he tratado de dejarlo. Lo divertido es que en esos intentos igual he durado un buen rato, con mis uñas normales (porque no me gustan muy largas tampoco), hasta que me ocurre algo que me pone en una situación de estrés, lo que me hace echarme las manos a la boca otra vez.
Además de lo evidente, que es que mis manos se ven feas, pienso en mis dientes, que por genética (y suerte) los tengo impecables, pero ¿cuánto más van a durar? ¿Sigo confiándome de mi suerte? También pienso en las bacterias, pues ya que es un acto reflejo, no me detengo a pensar dónde tuve las manos antes… de pura suerte no he muerto de alguna enfermedad espantosa.
Este fin de semana volveré a intentarlo, y espero que esta vez sea la definitva. Aquí les muestro pasos efectivos (y otros no tanto) que he seguido en mi lucha por dejar de comerme las uñas.
1. Echarse ají o algún elemento picante: de entrada les digo que este es el más troglodita de todos los métodos, peligroso y no funciona. Me lo hicieron cuando chica, y llegué a lamer el piso cuando me metí los dedos a la boca. Además existe mucho riesgo de frotarse los ojos, no lo recomiendo para nada.
2. Pintárselas: esta idea sí funciona, es así como lo hago yo últimamente, cuando quiero recuperar mis uñitas y dejar de esconder mis manos. Me arreglo lo que me queda de uñas, saco cueritos, corro cutícula etc., y me las pinto de un color bonito. Aunque en un principio no se ven tan bonitas por estar demasiado cortas, hay que aguantar y esperar a que crezcan. Ya el hecho de tenerlas más arregladas es un incentivo para esperar y dejarlas crecer, y cuando me las voy a echar a la boca recuerdo que están pintadas y que se me verán terribles con partes sin pintar, y que tendré que hacer todo nuevamente, y me freno.
3. Usar un producto especial: la marca Pamela Grant tiene un esmalte especial llamado Nail care que con su sabor amargo ayuda a prevenir las mordidas. Es muy barato y lo puedes encontrar en supermercados y farmacias. Este si es un método más civilizado que el del ají.
4. Lleva contigo un sustituto: evidentemente, la onicofagia nace de la ansiedad. Si lo que necesitamos es liberar esa tensión, reemplacemos esta costumbre por otra (un poco) menos dañina, como comer chicle. También puedes buscar estar más ocupada, muchas veces es el ocio el que nos pone ansiosos.
5. Piensa en cuanto odias ir al dentista: Ok, este parece ser un tip que está casi de más. Pero no es tan así. Si realmente nos ponemos a pensar en cuanto hemos sufrido en el dentista, y que nuestra costumbre nos está llevando a visitarlo más seguido, (y desembolsar bastante dinero) será otro aliciente para dejar esta mala costumbre.